Infidelidad virtual… ¿infidelidad real?

Un tema que sin duda nos cala hasta lo más profundo

Hoy en día se habla mucho de la virtualidad, del acceso a las redes, y del acortamiento de las distancias que nos permite el mundo de la conectividad; de las nuevas formas de relacionarse que se abren a partir de las recientes plataformas de comunicación. Todos nos vemos atravesados, de alguna u otra manera, por las «app» de mensajería. Cuando un teléfono celular parecía revolucionar el mundo de la instantaneidad, y nos resultaba extraño ver personas hablando por sus móviles mientras transitaban por las calles, de repente las llamadas pasaron a un segundo, tercero, o quien sabe qué posición de plano, frente a las aplicaciones que permiten enviar extensos mensajes escritos, mensajes de audio, fotos instantáneas del lugar donde estamos, de qué estamos haciendo, y construir una realidad paralela, ideal para ser mostrada.

Con respecto a esto, la Lic. en Psicología Daniela Oviedo nos dice:

«Las redes sociales promueven un funcionamiento narcisista de uno. Uno publica, postea imágenes ideales, en pasajes ideales, o situaciones de pareja ideales; y uno consume también de las publicaciones del otro».

Pero ¿qué sucede con las parejas en este mundo de la virtualidad?. Comencemos hablando de lo que es lo virtual. Por definición, lo virtual es aquello que existe de forma aparente y que no es real. Algunos hasta aseguran que la imaginación es virtualidad, en el sentido es que se nos hace presente en el plano psíquico y que nos provoca sensaciones, pero no es algo tangible, que podamos tocar. Por supuesto que en la actualidad lo virtual cobra otro sentido. Y tiene que ver con todo aquello que está a nuestro alcance a partir de nuestro permanente contacto con la pantalla. Ahora, esto nos lleva a otra reflexión: cuando en esa pantalla existe un otro, otro sujeto, una persona, estamos hablando de nuevas formas de relacionarnos con ese otro, que aunque lejos, está frente a nosotros a través de la virtualidad.

Volvamos a las relaciones de pareja. La infidelidad es casi como una mala palabra. Y su correlato, la fidelidad. Como un mandato, como un deber ser.

«La infidelidad es una de las tantas vicisitudes, y hasta dilemas, que cualquier pareja atraviesa. Y si hablamos de infidelidad, en todos los casos se trata de un síntoma. Un síntoma más dentro de la complejidad que es un vínculo de pareja», asegura Oviedo.

Continuando en éste sentido, la psicóloga asegura que el descubrimiento de la infidelidad es algo secundario, mientras que lo central es claramente un vínculo de pareja debilitado. Para ella, en cada persona convive una realidad que tiene que ver con la fantasía, con cierta virtualidad. Hoy resulta más visible debido a las características de la época, que son entre otras, el uso de las redes.

«Si nos remitimos a Freud, también hablaba de la infidelidad que no debe llevarse a cabo, es decir, con la fantasía alcanza. Con ésto quiero decir que la infidelidad es un acto psíquico que puede concluirse o no (…). Antes de las redes sociales también se creaban situaciones triangulares, con amores que quedaban en el plano de la fantasía, y que no se concretaban».

Para la licenciada, está en la naturaleza humana la infidelidad, tomada desde todos estos aspectos. Es decir, más allá de la concreción física o real, es infidelidad al fin. El punto radica en que cada pareja defina lo que será una infidelidad, dentro de los códigos propios de cada relación. Y en éste sentido considera esencial el diálogo. Cada pareja define si la infidelidad será la consumación del engaño, o bastará con el juego previo de seducción.

«El amor no garantiza la fidelidad. Para cada pareja la fidelidad va a ser una opción, una elección personal. Y esto quiere decir que cada uno va a ser responsable de lo que haga con el propio deseo y con la propia fantasía».

Ni mala, ni buena. Ni peor, ni mejor. La actualidad es como es. Las redes existen. La infidelidad también. Existe, existió y seguirá existiendo. Será más o menos visible con el correr de los tiempos. No es cuestión de demonizarla, ni mucho menos de vanagloriarla. Pero poder colocarla sobre la mesa de diálogo en los vínculos de pareja ya es algo importante. Y como nos dice la licenciada Oviedo:

«La virtualidad en sí no genera trabajos muy distintos a los que las parejas en otros tiempos venían realizando. Son facilitadoras, en todo caso. Y va a depender de la salud de la pareja, con qué recursos y desde qué lugar va a definir lo que va a considerar como infidelidad».

Nuevos parámetros, nuevos recursos…¿la misma historia?. El que nunca fue infiel, que tire la primera piedra.