
Antes de llegar a Belén visitaron al rey Herodes el Grande en la ciudad de Jerusalén, a quien interrogaron por el nacimiento del «Rey de los Judíos». El monarca, después de consultar a los escribas versados en la Biblia, les aseguró que el niño debía nacer en la pequeña ciudad de Belén, como establecía la profecía de Miqueas. Agregó, astutamente que, de regreso, hablaran con él para darle noticia del sitio exacto donde se encontraba dicho niño y así poder ir él también a adorarlo.
En realidad, según el relato bíblico, su intención era darle muerte.

En Belén, los magos volvieron a ver la estrella hallaron a Jesús recién nacido y lo adoraron ofreciéndole oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto ) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos representando el sufrimiento y la muerte futura de Jesús).
Parece ser que por el hecho de traer tres dones se dio por sentado que eran tres los personajes. Aunque también en algún momento las distintas tradiciones han señalado que eran cuatro, siete y hasta doce magos.
Sin embargo, son tres los nombres con que se los conoce: Gaspar, Melchior, Balthassar.