Florencia Boasso, el teatro y la búsqueda constante del ser

La joven cordobesa forma parte del elenco de la Comedia Infanto Juvenil del Teatro Real. En esta entrevista, cuenta cómo vive su día a día siendo actriz en la ciudad de Córdoba.

Florencia no recuerda el día exacto en el que decidió que quería ser actriz. Pero sí se acuerda de la sensación que invadió su cuerpo. Fue como una certeza, algo dentro suyo que apareció para decirle que era eso lo que ella estaba buscando. Porque Florencia, antes que nada, se define como una buscadora

“Fue una búsqueda media escénica, hice canto cuando era más chica y hacía danza también. Yo entendía que era por ahí, por eso probaba muchas cosas en el escenario. Cuando fui a una escuela de modelaje y cursé la materia Televisión y Publicidad, nos hicieron hacer una actuación. Ahí me di cuenta de que era eso lo que quería”, cuenta, en diálogo con Hablando Claro. 

Sin embargo, todavía no se imaginaba que podía vivir haciendo eso que amaba. “Empecé a estudiar arquitectura y pensé que el teatro iba a ser un hobby, hasta que empezó a ser muy fuerte y la arquitectura no me interesaba en lo más mínimo”, narra la joven de 29 años. 

“Ahí me puse a buscar”, dice, y aunque se refiere a una búsqueda concreta (averiguar las opciones para estudiar actuación en Córdoba), también se esconde ahí una nueva búsqueda interior. Es que a pesar de haber encontrado su vocación, Flor nunca dejó de buscar.

“Me considero una persona en la búsqueda de quien soy, en la búsqueda de quien quiero ser”, dice, en la comodidad de su casa, un espacio donde prima el color madera y la calidez hogareña. 

Desde el año 2019, Florencia es una de las actrices que forma parte del elenco de la Comedia Infanto Juvenil del Teatro Real. Reconoce que es una privilegiada por trabajar ahí y admite que conseguir ese lugar vino a calmar una crisis que la tenía preocupada. 

“Cuando termine de estudiar, dije ‘qué hice, cómo voy a ser actriz en Córdoba’. Hasta que entre en la Infanto, pero la solución no es la Infanto, para mí lo fue. Hay un montón de actrices y actores que no necesitan de un elenco estable para poder realizarse, pero a mí en su momento fue lo que me rescató, me dio confianza. Así empecé a hacer valer mi trabajo. Me paré en otro lado, algo que me respalde. A raíz de eso se me abrieron más trabajos”, confiesa. 

Es que hubo un momento en el que no fue fácil equilibrar las expectativas de una niña soñadora con las posibilidades que brindaba la realidad. 

“Cuando era chica yo soñaba con ser parte de Chiquititas. Mi mamá me llevó al Gran Rex a verlos y dice que el impacto mío fue muy fuerte. No podía creer que estaba viendo a esa gente en carne y hueso, yo soñaba con eso. Quería ir y actuar”, cuenta. 

Quizás fue por eso que cuando tomó la decisión de estudiar teatro, se quiso ir a vivir a Buenos Aires. Fue su mamá quien le aconsejó que agote todas las posibilidades en Córdoba primero. “Ese fue un acierto muy grande, porque lo pude hacer con contención. Me abrió mucho la cabeza, me cambió la percepción del mundo y eso también trae crisis, entonces está bueno estar acompañado”, reflexiona.

“Igual tengo ganas de seguir probando muchas cosas, esto de la búsqueda infinita. No me conformo con una cosa o con la otra. Me niego a laburar de otra cosa que no sea actuar, entonces encontrarle la vuelta es muy difícil”.  

El teatro ahora rige su vida. No solo trabaja en la Infanto, sino que también hace teatro independiente y da clases de actuación. 

“En el teatro hay muchas cosas que hacen que esté vivo. Los errores son emocionantes, lo que tiene la actuación es que es presente puro. Te sentis más vivo que nunca, te agarra una sensibilidad muy grande”, resume. 

“Me pasaba mucho que pensaba que me estaba volviendo loca porque salía de la función y la gente me hablaba pero yo no entendía nada. Después entendí que, claro, había estado una hora siendo otra persona, en otra cosa, sin pensar en absolutamente nada. Porque no hay manera de que puedas pensar en otra cosa más que lo en que te está sucediendo en ese momento, que son muchas cosas”. 

En medio de su búsqueda, Florencia también enseña. La Nave Escénica es el escenario donde confluyen los cuerpos que buscan habitar otras formas de ser. «Dense permiso», les dice la Florencia convertida en profesora. Les pide que tengan presente su corporalidad, les pide que se muevan, que imiten a sus compañeros, que jueguen, que se descubran, que busquen.

Flor observa. Se para, se mueve. Es ella y es alguien más. Es alguien que esta construyendo, todo el tiempo se construye, en cada instante se crea a sí misma. Flor juega y hace jugar. Se divierte mientras enseña y también aprende siendo parte de esa grupalidad.

«Mi personalidad es así, desde chiquita. Siempre fui muy mona, me la pasaba haciendo cosas, hacía reír a mis abuelos, era muy personaje».

«En realidad, si volves a eso… yo de niña lo único que quería era jugar, no hace falta mas. Todo lo otro no es más que la locura en la que estamos: la sociedad, la meritocracia, el progreso, el futuro».

Florencia juega y busca mientras crece. Pero no sabe bien a qué juega, tampoco sabe qué busca. «Creo que de eso se trata la búsqueda, de la búsqueda en sí, no de una cosa, sino de qué se encuentra en la búsqueda, de sorprenderse», concluye.

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