Mi papá, el hombre que más me ama

La historia de sueños y amores de Ariel Sosa Gailán, un joven de Monte Cristo que levanta con orgullo la bandera LGTBI

Él dice que lo siente desde que nació, sin embargo empezó a hablarlo cuando tenía 14 años. Las amigas del colegio eran sus aliadas y
en los recreos compartían charlas de «amores imposibles».

Ariel, un joven de 26 años oriundo de Monte Cristo, lleva con orgullo la bandera LGTBI. Es maquillador profesional, profe de zumba y entre sus sueños está el anhelo de formar una familia: de ser padre.

Ariel en el 2018

Confiesa entre risas: «Yo también soñaba con el príncipe azul». Hoy en pareja, dice haberlo conocido y que si bien no ha llegado el momento, juntos fantasean con la idea de amar a un hijo o a una hija.

Sus allegados afirman que Ariel es un ser libre y que vive su vida feliz. Gran parte de esta seguridad viene de la mano de Fabián, su papá.

«Mi papá no era de demostrar sentimientos con nosotros, pero se que es sentimental por las cartas que le hacía a mi mamá. Yo las leía a escondidas. Cuando crecimos se abrió y siempre nos comenta cuánto nos ama».

Ariel y su papá

Cuenta que el hombre que más lo ama es su papá, ya que siempre lo aceptó. Aunque por miedo o desconfianza, Ariel no lo supo ver.

«Personas conocidas me cuentan que más de una vez ha expresado lo importante que somos para él, y me sorprende mucho ese cambio que tuvo, ¡me encanta!. Saber que siempre me aceptó, sin importar mi sexualidad, mi trabajo y mis amistades; me hizo acercarme mucho a él y crear este vínculo que antes no veía…me emociona mucho».

Es este amor el que alimenta el gran deseo de vivir la paternidad. «Quisiera sentir ese vínculo tan fuerte que se genera, transmitirle valores, amor, el ser libre, la vida. Sería lo que me faltase por terminar de formar mi propia familia».

Frente a los prejuicios de una parte de la sociedad que lo ve con malos ojos, Ariel resalta que no está mal pensar diferente. Sin embargo, «hoy en día está todo más liberal. Cuesta bastante todavía, pero hay muchas mentes cada vez más abiertas por suerte. Y ¡ojo!: creo que tampoco está mal pensar o creer distinto, somos seres humanos. En mi caso, respeto y busco lo mismo hacia mí».

Ariel y su compañero Santiago

Rodeado de sus amigas que en su gran mayoría ya tienen hijos, Ariel se imagina y se pregunta silenciosamente, cómo será. Cómo será él cuando
ese día llegue. En esas nubes de pensamientos, de sensaciones encontradas y de miedos propios acerca de la crianza, aparece Fabián. «Mi papá es el que me alienta en todo, me dice: ‘dale, dale’. Mi mamá me apoya también pero siempre le costó más el animarme, por los miedos de madre justamente y por ser su primer hijo».

Ariel, su mamá y su papá

Un manual que te enseñe a ser un buen padre no existe. No debe ser tarea fácil amar y cuidar a los hijos, tampoco no debe ser nada sencillo aprender a escucharlos. Los padres se equivocan, vuelven a intentarlo y aprenden todos los días este oficio. Se superan, se cansan, sufren y de nuevo vuelven a empezar.

Nada se compara con el amor que siente un padre por su hijo. El amor de Fabián le puso alas a Ariel, lo hizo grande, seguro y libre. Lo alienta cuando se cae y lo sostiene haciéndole saber lo importante que es en su vida.