Recibió un trasplante de corazón en plena pandemia: «Brochero me acompañó»

La historia de una cordobesa a quien la vida le dio una segunda oportunidad. Después de 18 años paralizada por una afección en el corazón, Lorena Cervellini recibió un trasplante y emprendió en plena pandemia.

Dicen que la vida siempre da revancha, y a Lorena su incansable esperanza, la ayuda de los médicos y el apoyo de su familia le permitieron volver a vivir. En el Día del Santo Brochero, la historia de una luchadora a la que la vida le dio una nueva oportunidad y no duda en aprovecharla.

Corría el año 2002, Lorena tenía 26 años y su vida recién estaba tomando forma. Hacía menos de un año que había comenzado a trabajar como maestra en un jardín de infantes de la localidad ubicada al sudeste del Valle de Punilla. Tenía dos hijos pequeños y, junto a su marido, estaban terminando de instalarse en su hogar.

«Terminó ese año y yo contenta iba a tomarme unos días para después seguir. Pero me agarró una arritmia fulminante que cambió por completo toda nuestra realidad», cuenta ella, en diálogo con Hablando Claro.

Aquella madrugada en la que decidió ir a la guardia, «simplemente me empecé a sentir descompuesta, jamás sentí nada cardíaco. Nada me daba a suponer que podía ser algo grave». Sin embargo, al llegar al hospital de Tanti, fue derivada de inmediato a terapia intensiva de una clínica de Villa Carlos Paz.

«Llegué a la clínica y ahí me dio una arritmia fulminante, lo que todo el mundo conoce como muerte súbita», detalló y agradeció que, por primera vez en lo que sería una sucesión de buena energía, tuvo suerte. «Justo estaba el cardiólogo que se había vuelto muy temprano al hospital, me pudo estabilizar y me salvaron la vida».

Finalmente fue trasladada a Córdoba capital, donde comenzaron una serie de estudios y cirugías que intentaban agotar todas las posibilidades para mejorarle la calidad de vida a la mujer que aún no cumplía ni 30 años.

«Salieron un montón de posibilidades de trasplante, pero al tener 26 años mi médico me dijo que íbamos a buscar dos opciones para evitar llegar al trasplante», así, primero le pusieron cargo desfibriladores que duraron un buen tiempo, después pasó a tener marca pasos, y luego comenzaron las cirugías.

Diez años con un corazón a medias

Seis años pasaron desde aquella arritmia que le cambió la vida hasta el 2008, cuando le tuvieron que hacer una de sus operaciones más grandes y complejas. «Era el trasplante o esa cirugía», contó Lorena, y afirmó que nunca se había hecho en pacientes no pediátricos de la Argentina.

«Yo sabía que si esa cirugía no salía bien, me tenía que quedar conectada a un corazón artificial hasta recibir un trasplante, pero ya no me quedaba otra. Estaba extenuada, no podía hacer una vida normal, estaba muy limitada física y psicológicamente».

Confiesa que la decisión fue difícil, pero que era casi la única salida que quedaba para mejorar su calidad de vida que con los años se deterioraba. Confió plenamente en los médicos y fue todo un éxito: «Después de esa operación empecé a vivir con medio corazón, el lado derecho lo habían anulado, porque estaba atrofiado».

«Lore, hay que ir al trasplante»

Con aquella operación «gané diez años de muy buena calidad de vida». Pero su corazón empezó a necesitar el recambio. Finalmente, en 2018, la palabrita que sonaba desde allá de 2002, apareció. «Lore, hay que ir al trasplante, ya no hay más que podamos hacer», le dijo el médico del Hospital Cardiológico de Córdoba, donde se atendió siempre.

«Uno lo sabe. Yo por lo menos, me imaginaba que había llegado ese momento. Pero que te lo comuniquen, aceptarlo. Es un momento muy difícil de angustia, incertidumbre, miedos de todo lo que puede llegar a pasar«, recordó Lorena.

Empezó entonces una odisea de estudios que permitían describir con exactitud qué tipo de corazón necesitaba su cuerpo. «De acuerdo a tu cuerpo, tenes el tamaño del corazón y tiene que ser compatible con esa persona que va a ser el donante», dijo a Hablando Claro y confirmó que a medida que pasaba el tiempo, «te va llevando a una realidad inminente».

A la espera de un ángel

Cuando desde Ecodaic -la sede en Córdoba del Incucai-, le notificaron que ya había entrado a la lista de espera, sus miedos se incrementaron. Es que, podían pasar años hasta la aparición de aquel ángel que le de una segunda oportunidad a su vida. «Entonces, empecé a hacer varias cosas que me ayudaron mucho».

«Fue fundamental el apoyo de mi familia, de mis amigas, de mis seres queridos. Pero también descubrí que había todo un mundo desconocido de personas que estaban pasando por la misma situación que yo». En Ecodaic, comenzó a asistir a reuniones mensuales que le dieron la fortaleza para seguir adelante.

Las preguntas, los miedos, la incertidumbre, «al llegar ahí y ver que había personas que se habían trasplantado y estaban haciendo una vida normal, poder hablar de temas que a una la asustan, fue muy importante», cuenta sobre aquellos pacientes que hoy son grandes amigos de la vida.

Incluso, formaron un grupo de personas que organiza eventos y asiste a instituciones para responder preguntas, concientizar y crear disparadores para que en cada hogar se hable de la donación de órganos.

Justo a tiempo llegó el corazón

En agosto de 2019 se descompensó. Producto de un síncope, se desmayó y debió ser internada de urgencia en el Cardiológico de Córdoba. Su corazón se agotaba cada vez más rápido. De allí, no volvió a salir hasta después del trasplante.

«Cada vez iba empeorando más, cada vez se aceleraban más los tiempos», sus médicos decidieron emitir una emergencia nacional en búsqueda del corazón, mientras Lorena era conectada a un respirador artificial porque su corazón y sus pulmones ya no resistían.

Los últimos ocho días fueron críticos. Ella dormida, y el corazón aún no aparecía. Meses después, cuando logró recomponerse, recordaría que durante todo el tiempo inconsciente, sintió la compañía del Santo Cura Brochero.

Por fortuna llegó el corazón. Los propios médicos fueron hasta Buenos Aires a buscarlo en un avión sanitario, volvieron a Córdoba y, pese a que el órgano no era 100% compatible, «no había más posibilidades». Gracias a otra sucesión de buena suerte, profesionalismo del personal de salud y fortaleza de la mujer, «el corazón funcionó de maravilla».

Una promesa a Brochero

«Cuando me desperté y logré recuperar la conciencia, me di cuenta que Brochero había estado conmigo todo ese tiempo, y me había dado la fuerza y la calma que necesitaba para seguir aguantando», contó Lorena a Hablando Claro.

En paralelo, y mientras Lorena luchaba por su vida a la espera del corazón, su grupo de amigas decidió hacerle una promesa al cura gaucho. Si todo salía bien, cruzarían todas las Altas Cumbres en bicicleta para ir a agradecerle a Brochero.

Y así fue, mucho tiempo después, las más de diez amigas se incursionaron en un viaje llevo de emoción, agradecimiento y fortaleza. Brochero había sido uno de los pilares fundamentales para que Lore se mantenga en pie. También, en reiteradas oportunidades, su familia se llega al santuario a agradecerle.

Arrancar el año nuevo con corazón nuevo

En marzo de 2020 recibió el alta médica y pudo regresar a su hogar en Tanti con su familia. Diez días después decretaron la pandemia del coronavirus. Como paciente de riesgo, debió continuar la rehabilitación desde su casa para seguir fortaleciendo sus músculos, sobre todo el corazón.

«Una vez que empecé a recuperar fuerza, me di cuenta de lo magnífico que era volver a estar bien. Hacía años me levantaba agotada, pesada, decaída. Me había acostumbrado a vivir así. Ahora abro los ojos y estoy llena de energía, salgo a andar en bicicleta y hasta me estoy intentando reinsertar en el ámbito laboral».

«El sentir esa fuerza, esas ganas, es increíble. Es volver a vivir» 

En pandemia y con un trasplante, seguir peleándola

En un año marcado por la pandemia, por un enemigo invisible que amenazaba a la sociedad pero aún más a aquellos pacientes de riesgo como Lorena, decidió dejar atrás los más 18 años que había estado paralizada por su enfermedad y volver a insertarse, de a poco, en el ámbito laboral.

Lalito, hechas con el corazón. Así se llama el emprendimiento que ideó en plena pandemia junto con el apoyo de su familia. Se trata de medialunas caseras, hechas por ella y la ayuda de sus hijos, y vendidas por su marido en un puesto en la plaza principal de Tanti.

«Se involucró toda mi familia y eso permitió que lo podamos hacer y día a día va creciendo. Es algo la verdad increíble, estoy feliz de poder volver a trabajar después de tanto tiempo, y poder compartirlo con los que más quiero».

La historia de esta cordobesa que superó el trasplante y aún en pandemia intenta reinsertarse en el ámbito laboral, nos deja el ejemplo de que, aunque esté todo gris, siempre hay una rendija de luz, un rincón donde cobijarse, y hombros en los que apoyarse.

La determinación de sus médicos, la compañía de Brochero, el apoyo incondicional de su familia y amigos, y encontrar al equipo del Ente Coordinador de Ablación e Implante de Córdoba (Ecodaic), permitió que Lorena tenga una segunda chance en su vida.

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