Uno de los grandes conflictos de la maternidad sin duda se presenta en el momento en el que el bebé comienza a alimentarse. Desde la lactancia y hasta la completa inclusión de sólidos, algunas madres viven el momento como estresante o frustrante, mientras que otras, más relajadas, no lo consideran trascendente. Lo cierto es que este es un momento crucial en la vida de una persona, ya que puede determinar una vida más sana en la adultez.
El doctor Julio Sierra, médico pediatra del Hospital Provincial Domingo Funes, explica dos cuestiones muy importantes: la lactancia materna y el por qué de la alimentación sólida recién a partir de los seis meses de vida.
“En la leche materna se concentra una enorme cantidad de macromoléculas conocidas como Inmunoglobulina, además de otro tipo de proteínas, que son lo único que el bebé necesita en la primera etapa de alimentación. La inmunoglobulina es muy importante ya que influye directamente en el desarrollo del sistema inmunológico”, especifica Sierra.
Ante esto, el pediatra aconseja tomarse el tiempo necesario para que el bebé aprenda a succionar de tal manera que logre una perfecta y completa alimentación con la leche materna. Sin embargo este es un arduo proceso, ya que durante los primeros días del postparto, la leche demora en “bajar” y ante la necesidad de calmar el hambre del bebé, muchas mamás y papás recurren a las leches de fórmula comerciales.
“Este es uno de los primero errores, ya que la alimentación con mamadera obviamente siempre va a resultarle más fácil y cómodo al bebé. La fuerza que requiere para extraer la leche es menor, por lo que también va a reducir la fuerza con la que succiona del pecho materno”.
Incluso la lactancia “combinada” entre el pecho y leches maternizadas ya deja de ser lo mismo que la exclusividad de la leche materna. Sin duda este es uno de los procesos fundamentales de la alimentación del recién nacido.
Ahora bien. El segundo gran momento llega a los seis meses de vida, cuando se deben comenzar a incorporar en la dieta los alimentos sólidos, o semisólidos. Una de las preguntas que pueden surgir es ¿por qué a los seis meses y no antes? El doctor Sierra explicó que los motivos son estrictamente biológicos, y deben ser tenidos en cuenta, ya que décadas atrás algunas corrientes aconsejaban la alimentación a partir del tercer o cuarto mes. Y por mucho tiempo, de generación en generación, estas prácticas se sostuvieron.
Con el paso de los años, se fueron realizando algunos estudios sobre el origen de las enfermedades y trastornos relacionados a la alimentación, que sufrían las personas adultas: diabetes, presión alta, celiaquía, son algunas de las más frecuentes. Y se llegó a la conclusión que los orígenes de estas patologías se remontaban a los primeros meses de vida.
“El intestino del bebé es altamente poroso. Y esto es porque tiene que dejar pasar, entre otras cosas, las macromoléculas de gammaglobulina de la leche materna al torrente sanguíneo. Es recién a los seis meses que ésta pared permeable comienza a cerrarse. Pero mientras tanto, todo lo que el bebé ingiera, va a pasar directamente a la sangre por esa porosidad”.
De ésta manera, si el bebé ingiere por ejemplo harinas, azúcares o sal, pasarán directamente su sangre, provocando una reacción en el organismo ante lo desconocido, y dando lugar al desarrollo de alergias e intolerancias a ciertos alimentos. Incluso aconseja evitar por completo, el agregado de sal y de azúcar hasta recién pasados los 12 meses. Mientras más tiempo se demore en ingerir especialmente estos químicos, es mejor.
“Son doce meses. Es muy poquito tiempo comparado a lo próximos sesenta o setenta años de vida que le restan a esa persona. Sólo se pide que por estos doce meses se sea estrictamente cuidadoso de lo que el bebé se lleva a la boca. Cada vez que el niño o niña esté por comer algo, es importante que nos preguntemos si eso es necesario, si le aporta algo. Si no le aporta nada, entonces en lo posible, descartarlo”.
Las pautas que nos brindó el doctor Sierra pueden resumirse de la siguiente manera:
- De 0 a 6 meses: leche materna exclusiva. En períodos de alta temperatura puede agregarse agua potable, sólo por el riesgo de deshidratación. Pero en lo posible, sólo leche.
- 6 meses: incorporación de verduras. En lo posible de colores diferentes: zanahoria, zapallo, zapallitos verdes, tallos de apio o de acelga. Todo procesado, con un agregado de aceite puro, en preferencia de maíz. Las cantidades son pequeñas, un promedio de 5 cucharaditas. Mantener la leche materna. Luego de una semana se agregan frutas, también picadas y sin agregados. Hasta este momento es sólo una comida diaria.
- 8 meses: incorporación de carnes, rojas o blancas (excepto el pescado) bien procesadas, sin quitar verduras. Lo que se va incorporando debe ser de manera paulatina, y en pequeñas porciones. Sin agregados más que de aceite. También en esta etapa se incorporan las legumbres (lentejas, arvejas). Continúa la leche materna.
- 10 meses: pueden comenzar a consumir huevo (duro) y cereales, entre los que se incluyen las harinas, pero siempre priorizando el consumo de verduras. Aquí se agregan carnes de pescado, preferentemente de mar, ya que tiene bajo contenido de grasas y mayor concentración de Omega3. Continúa la lactancia materna.
- 12 meses, en adelante: ya pueden consumir frutas cítricas (naranjas, mandarinas, frutillas) y ampliar la dieta a todos los alimentos, siempre evitando las frituras, las grasas y los alimentos envasados (como jugos de fruta comerciales, papillas pre-cocidas o sopas instantáneas).