La eutanasia en nuestro país es ilegal. Es la posibilidad de poder decidir, en acuerdo médico-paciente, terminar con una vida, cuando esta es justificadamente intransitable por diferentes cuestiones de salud, y causan sufrimiento.
Alfonso Oliva padece Esclerosis Lateral Amiotrófica, conocida por sus siglas ELA, la enfermedad neurodegenerativa progresiva, es decir no tiene cura. Esta enfermedad afecta a las células nerviosas del cerebro y la médula. Con el tiempo, las neuronas que generan el movimiento muscular se van degenerando, hasta que mueren. Y las funciones motoras desaparecen.
Alfonso tiene esta enfermedad desde hace cuatro años, y ya no puede moverse. Apenas sonríe y sólo mueve sus ojos. No puede comer y habla a través de un dispositivo que convierte su voz en “voz de GPS” como él mismo cuenta, con un gran sentido del humor.
En el marco de los debates históricos que se están llevando adelante en el Congreso, pide que se debata la legalización de la eutanasia. “Quiero que los legisladores se pongan en mi piel y entiendan mi pedido”, dice Alfonso, cuya mirada está llena de vida, aunque esa vida se encierra en un cuerpo completamente inmóvil. El único pronóstico para él es la muerte.
En nuestro país se encuentra vigente la Ley de Muerte Digna, que establece la posibilidad de rechazar un tratamiento para enfermedades terminales.
En América Latina la eutanasia sólo es legal en Colombia.