Sandra Pignato vive en la ciudad de Monte Cristo es mamá, maestra jardinera y hace seis meses abrió su salón de fiestas infantiles. En la piel de Minnie, este domingo sorprendió a los pequeños que se encontraban internados en el Hospital de Niños. Entre sonrisas y mucho asombro niños, niñas y sus familias vivieron un día diferente en su paso por las salas del internado.
Ese día mientras las familias marcaban la cuenta regresiva para volver a casa fue cuando aparecieron los personajes más famosos de Disney, Minnie y Mickey. Sandra y su sobrino Juan Cruz fueron quienes vistieron los trajes, acompañados por Martín, el marido de Sandra, Giuliana su hija; y Belén su sobrina.
Sandra comentó que la movilizaron diversas situaciones que vivió a lo largo de su vida. «Yo tuve a una sobrina que estuvo muy grave, tuvo bronquiolitis y un virus hospitalario y pasamos un momento muy feo», recordó. Además, «una vez con mi hermana nos disfrazamos para el cumple de una sobrina y pasamos con las cabezas de los personajes por el hospital y la gente nos miraba, nos saludaba y yo ahí dije tengo que venir».
No es sencillo ingresar a las salas de los hospitales porque están resguardadas, como medida de seguridad para los chicos. Pero, Sandra afirma que cuando se le pone algo en la cabeza, no para hasta conseguirlo. «Siempre fue mi idea, visitar a los hospitales y más teniendo los trajes. Yo tengo una vecina que trabaja ahí -en el hospital- le comenté y me dijo: pasame tus datos y los que van a ir así te consigo la autorización».
«Nadie sabía, únicamente los integrantes de mi familia. Así que íbamos con la autorización firmada por el Director, ya nos habían dicho que no íbamos a poder entrar ni a terapia, ni a las Unidad de Cuidados Intensivos, ni a la parte oncológica», contó Sandra. Y remarcó que cuando llegaron pudieron recorrer todas las salas. «A todas, menos a una que, bueno, era un área restringida. Que es un box, de acrílico que ahí había cuatro camitas únicamente, los pudimos ver por los vidrios, y le dejamos los globitos a la enfermera que estaba ahí».
Muy emocionados y contentos de poder regalar globos con la leyenda «sonríe siempre», Sandra expresó que «debajo de mi cabeza de Mickey las lágrimas me llegaban al cuello».
«Sí, no sólo la cara de los niños. La de los padres, me llamó muchísimo la atención la mirada, la tristeza de los padres, las caras. Te agarraban la mano fuerte, y te decían «gracias».
«Hay una foto que es impresionante, que la madre lloraba peor que una nena. Había otra nena que hacía ocho meses que estaba internada, y tenía como una calcomanía grande de Minnie. Y cuando yo entré, se me prendió en la pierna y… No, no. Cosas que ahora se me vienen a la cabeza, pero bueno… Es increíble. Y uno se queja de pavadas, y yo calculo que cada gente esa que se queja, a lo mejor por un celular, porque no tiene un celular de marca o porque no tienen el auto último modelo, me encantaría que fuera cinco minutos. Y ahí valorás todo».
«Creo que dejé todo, mi corazón. Dejé mi corazón. Te juro que le dije a mi marido recién, y a mi nena, que cada vez que tocaba un bebé, o lo abrazaba, no sé. Se me cruzaba a la mente «cómo no tener poderes de que al momento de tocarlos se sanaran». Te juro. Es una cosa loca lo que estoy diciendo. Pero es en el momento que decís «cómo en este momento en que yo lo acaricio, este chico no está sanado«.
«Yo que tengo hijos, los ves con fiebre, decaídos en la cama, y que vos decís «no, quiero que estén dándome vuelta la casa» (…) Y estos niños hace meses y meses que están. Y al lado de sus cunitas las madres preparan los sillones, tipo cama. Y no son padres solamente, están los abuelos, tíos, que esperan que salga la madre de trabajar, o el padre, para ir rotándose. Y la madre a lo mejor no durmió en toda la noche, porque trabajó, y se queda en el hospital. Y sigue así su vida. Es terrible».
Señaló que el regreso fue silencioso. «Estuvimos en la camioneta de ahí hasta, yo calculo mitad de camino a Monte Cristo, nadie habló una palabra. Creo que quedamos todos muy tildados. Era sacarse la cabeza, guardarla. Nadie hablaba nada. Fue un movimiento en el piso».
Sandra conmovida por todo lo vivido recordó quién la animó a crear su salón de fiestas. «Mi viejo que falleció hace cuatro años, él siempre me decía «póngase un salón m´hija, si a usted le gusta todo eso». Porque a mí siempre me gustó hacer todas las cosas de cumpleaños. Yo les hacía todo a mis sobrinos…decorarles todo, le hacía todas las cositas. «Usted es capaz m’hija» (…) mi apellido es Pignato, a mi papá le decían «piñata». Entonces el salón se llama Salón Piñata. Y da la casualidad que pega con el apellido».
Además, comentó que sortea un cumple todos los meses en su salón, pero en agosto como es «el mes del niño» muchas comerciantes, reposteras y diseñadoras se suman con una donación para hacer un cumpleaños muy completo y regalarlo por las redes.
«Más allá de mi trabajo no fue una publicidad», remarcó Sandra y mencionó que quiere volver al hospital para Navidad.