
En un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de Manuel Belgrano, el Día de la Bandera fue establecido oficialmente en 1938, mediante la Ley 12.361. Recién en esa fecha, se reconoció «feriado en todo el territorio de la República» en honor al creador del símbolo patrio, que había fallecido más de cien años antes.
Nuestro prócer Manuel Belgrano, fue creador de la bandera, clave en la Revolución de Mayo, ideólogo del Éxodo Jujeño, triunfador en Salta y Tucuman y promovedor de la agricultura, el comercio y la educación.
Era, según las palabras de Bartolomé Mitre: «de regular estatura, de ojos grandes de color azul sombrío, de cabello rubio y sedoso, de tez muy blanca y algo sonrosada».
Fue, además, un hombre de amores apasionados, que terminó sus días pobre y casi olvidado. El mes de junio es muy significativo en la vida de Belgrano, que nació y murió en Buenos Aires: el 3 de junio de 1777 y el 20 de junio de 1820 respectivamente.

Historia, política, educación y milicia:
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús, comienza sus estudios en el Colegio Real de San Carlos en el año 1783. Tres años después, gracias a la fortuna familiar, logra viaja a España junto con su hermano Francisco Belgrano a inscribirse en la Universidad de Salamanca para estudiar derecho. Carrera que termina en 1789 con el Diploma de Bachiller en Leyes.
Su primer empleo fue como primer secretario del Consulado Español en Buenos Aires en 1793. Desde allí, se había propuesto el fomento de la agricultura y del comercio. Además, imaginaba un país con escuelas, no solo de primeras letras sino de matemática, náutica, oficios, en medio de un vasto programa de educación pública.

«No hay objeto más digno de la atención del hombre que la felicidad de sus semejantes», señaló. Las escuelas incluían a las niñas, «para separarlas de la ociosidad, tan perjudicial, o más, en las mujeres que en los hombres».
Cuatro años más tarde, en 1806, se produce la primera Invasión Inglesa en el Río de la Plata. Es designado Sargento Mayor del Regimiento de Patricios. Comienza a estudiar táctica militar. En 1810, es nombrado Vocal de la nueva Junta de Gobierno. En este mismo año es General en jefe de la expedición al Paraguay contra la Banda Oriental y comienza su vida militar en Tacuarí. Fundó los pueblos Curuzú Cuatiá y Mandisoví.
Luego de este triunfo militar, fue derrotado en Paraguarí y Tacuarí. El desplazamientos de los morenistas del gobierno, tal vez influyó a que fuera juzgado, aunque terminaría sobreseído.
Sin embargo, uno de los momentos más emblemáticos de la vida de Manuel Belgrano es tiempo más tarde, cuando le encomiendan la misión de custodiar las costas del Paraná por posibles desembarcos españoles.

Allí, se le ocurrió diseñar una escarapela que identificase a sus soldados y, recibiendo el visto bueno del triuvirato, la idea de color blanco y azul celeste.
Durante la inauguración de la batería Independencia en el Paraná, el 27 de febrero de 1812, Belgrano hizo formar a sus tropas frente a la bandera, ordenó a sus oficiales y soldados jurarle fidelidad y exclamó: «Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria”.
Al tomar conocimiento del hecho, el Triunvirato lo reprimió severamente mediante un oficio en el que expresaba: «El gobierno deja a su prudencia la reparación de tamaño desorden, pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos a la autoridad del gobierno y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden. A vuelta de correo, dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución”.
Mientras tanto, el general había partido hacia Humahuaca para hacerse cargo del Ejército del Norte y no llegó a enterarse del rechazo, por lo que colocó la nueva bandera en los balcones del Ayuntamiento de San Salvador de Jujuy. El 27 de junio, el gobierno lo desautorizó por segunda vez a lo que Belgrano respondió que destruiría la bandera.
Suceden hechos bélicos: éxodo jujeño, victoria de la batalla de las Piedras, victoria en la batalla de Tucumán y Salta; derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
Como premio por los triunfos de Tucumán y Salta, la Asamblea del Año XIII le entregó 40.000 pesos, una verdadera fortuna. Belgrano dispuso destinarlos a escuelas públicas que debían construirse en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
Finalmente, en 1816, el Congreso de Tucumán, decreta el uso de la bandera azul y blanca creada por Belgrano.

Sus últimos años en soledad:
Manuel Belgrano sufría de «terciana», enfermedad que consistía en una cefalea intermitente que se agravó en el año 1819. En 1820 decide regresar de Tucumán a Buenos Aires, débil y exánime. Se instaló en su casa paterna muy enfermo y vivió sus últimos días.
El 25 de mayo de 1820, había dictado su testamento «encomendando su alma a Dios y su cuerpo a la tierra de que fue formado», según sus propias palabras.
En dicho testamento, declaró como su heredero a su hermano, el Canónigo Domingo Estanislao Belgrano, a quien nombró patrono de las escuelas por él fundadas. Antes de morir obsequia su reloj de oro a su médico Dr. Redhead y sus últimas palabras fueron: ¡Ay, Patria mía!.

A las siete de la mañana del 20 de junio de 1820 falleció a la edad de 50 años y 17 días. Su muerte llegó en medio de una Buenos Aires anárquica y asolada por la guerra civil, que tuvo ese mismo día tres gobernadores distintos: Ildefonso Ramos Mejía, Estanislao Soler y el Cabildo.
Pasó tan desapercibida que, solo los que cinco días después leyeron el Despertador Teofilantrópico Místico Político del Padre Francisco de Paula Castañeda, se enteraron de su muerte. Su cadáver fue sepultado en el atrio del Convento Santo Domingo, en un féretro de pino, cubierto con un paño negro. Sobre él se colocó una losa de mármol que decía: «Aquí yace el General Belgrano».