Este domingo, el extremo más alto de la provincia de Córdoba, alrededor del cerro Champaquí, amaneció de luto. Es que, apenas comenzada la mañana, falleció Marcos Domínguez, el último guardián de las Sierras Grandes que vivió allí durante 70 años y se convirtió en una leyenda serrana.
Para algunos amigos serranos, como Oscar González, Marcos llegó a los 115. Una de las anécdotas de difícil comprobación, que le sumó condimento a su leyenda, es que se había anotado solo en el Registro Civil. Él siempre repetía que tenía «unos cuantos años más» que los que decía su documento.
Su recuerdo permanecerá en cada serrano y montañista que lo conoció. En la última década, el cerro Negro se transformó en una meca también de excursionistas. Y allí, la visita no podía esquivar la casa y el alma de don Marcos, en la soledad de la belleza despojada de esas alturas.
El hombre marcó el camino de la dura vida serrana. Lo recuerdan como un “criollo de ley”, un referente en una zona aislada de todo, sin médicos y sin servicios. «Murió el último exponente de una raza», deslizó su amigo González.
Con el paso de los años, se fue convirtiendo en una leyenda, alimentada con sus historias y su picardía para contarlas. Que, a su vez, se relatan de boca en boca.
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Soñaba el día de su muerte, con un gran asado para sus numerosos amigos y familiares, y ser enterrado en una grieta en la base del cerro Negro, que se veía muy cerquita desde la ventana de su casa.
Finalmente, sus familiares decidieron su sepultura en el cementerio del lugar y cuando finalice la situación de pandemia, sus amigos planean construir una estatua en su homenaje en la base del cerro Champaquí.
(La Voz)